La ruta de los hostels
Caminando por el medio oeste argentino.
Me voy de San Miguel de Tucumán. He pasado una noche y de nuevo escribo desde un micro camino a La Rioja, Argentina. En esta nueva etapa aunque he encontrado maravillas preciosas que te dejan sin palabras he disfrutado más del calor y buena conversación de las personas que viajan por este enorme país. Me cuesta relatar lo que he vivido debido a la intensidad de lo humano. La personalidad de los argentinos, su cariño, el buen acoger al viajero. En el antiguo relato me quedé en Purmamarca, Jujuy, viajé hasta Cafayate en Salta, desde ahí mismo a Tafi del valle para finalizar en San Miguel de Tucumán haciendo la ruta de los hostels.
Voy a explicar por qué la llamo así. Uno de mis objetivos antes de venir a Argentina era llegar a Fiambalá y poder visitar el balcón del pissis, recorrer la fabulosa ruta de los seismiles. Obviamente me resultó imposible. No digo que no se pueda hacer, lo que dejo claro es que en transporte público es complicado por esta parte del mundo. De hecho ahora mismo escribo frustrado por no poder visitar el parque nacional de Talampaya.
No hubo ni una persona que me dijera, y pregunté mucho, que era relativamente sencillo llegar a Fiambalá. Entre contradicciones ruteras y complicaciones logísticas iba a la cosa. Conocí a gente que llegó en vehículo propio, pero para mi no era opción por miles de razones que no merece la pena mencionar salvo que alguien esté interesado y que no me importaría comentar, pero que prefiero no plasmar aqui porque me ponen triste dada la frustración.
La ruta de los hostels paisajísticamente quizá no fue tan épico, pero en lo social ha valido mucho la pena. Me he encontrado hostels de todo tipo, algunos no cubrían las necesidades mínimas, aunque los dueños pusieran buena onda y me ayudaran en todo lo posible y otros en cambio han sido una verdadera gozada. En Cafayate, sin ir más lejos, el cielito lindo me fascinó. Desde la primera noche, en la que me hicieron sentir como uno más entre el staff (ésto empieza a ser norma), sentí un calor humano embriagador, quizá también por el vino.
En ese mismo lugar conocí a un personaje enorme, tremendo, un alma viajera generosa que me dió más de lo que uno puede desear. Nos acompañamos durante varios días como si nos conociéramos de toda la vida. Te recordaré siempre.
Hago un parón para hablar de Cafayate, lugar conocido en Argentina por sus vinos, compitiendo con la región de Mendoza. Cafayate, provincia de Salta, además de tener buenos vinos tiene preciosos paisajes y mejores caminatas para disfrutarlos. Hablo de las caminatas porque a mi me tocó recorrer una pequeña parte que disfruté dándomelas de aventurero entre las formaciones rocosas esculpidas por el viento y el agua. A bote pronto me viene a la mente los castillos, los colorados, la yesera, el obelisco…
Cafayate no es una ciudad muy grande y mantiene un espíritu bello, lindo, sin grandes artificios, pero con lugares preciosos para pasear.
Continúo con el relato sobre la ruta que hice en autobús desde Cafayate a Córdoba, aunque de esta hablaré en otro momento. De allá tomamos un micro a Tafí del valle. Un pueblo metido en las faldas de un valle cerca de un lago, lo que hace que las mañanas sean de nublado amanecer. Nos acompañamos dos viajeros, uno a otro, paseando, comiendo, viviendo el Italia Vs, Argentina que ganó esta última. Un bonito paseo y aquí entra de nuevo otro hostel especial; Nomade. Este lugar, llamado eco hostel está regentado por una familia que imprime un espíritu rural, campestre, de relación afectiva con la naturaleza. De hecho el desayuno es vegano cerrado y eso ya dice mucho de sus intenciones. Maravillosa su gente, increíbles los vínculos creados.
A media mañana arrancamos a San Miguel de Tucumán, capital de la provincia. Una ciudad que tacharon de hostil para vivir, no por su peligrosidad, que la tendrá pero no es latente, supongo que la tacharon así de cara al peatón. De nuevo otro hostel maravilloso, en el que pasamos poco tiempo porque Joel y yo estuvimos caminando por la ciudad charlando de mil y una, disfrutando de la compañía, pero aún así me sentí encantado de compartir esos rincones comunes con personas y perros, sí, al menos uno tapadito con su ropa para el frío.
Hostel A la gurda, totalmente recomendable no solo por su billar y terraza, fue el hostel con las habitaciones más grandes y cómodas de todo el viaje.
Y de San Miguel a La Rioja. La idea era visitar el parque nacional de Talampaya e Ischigualasto ya que me animaron a ello desde Buenos Aires. Lo intenté, lo puedo asegurar. Estuve toda una tarde buscando opciones, pero fue realmente difícil conseguir traslado y el holandés con el que volví a coincidir en la habitación no se animaba a alquilar un coche junto a mi. Así pues la decisión la tomé en ese mismo momento, me iría y me fui de hecho a Córdoba. Pero eso es otro tema en un nuevo capítulo.
Apenas he hecho fotos, estaba viviendo.