Isla de Koh Chang en Tailandia
No eres tú, Asia, soy yo
Ésto que escribo y que publico de vez en cuando no pretende ser un blog de viajes al uso, lo creé como un pequeño portfolio y quizá tenga mucho de diario, así que como tal, debería dejar escrito que hoy es mi cumpleaños. Celebro mi aniversario en la Isla de Koh Chang en Tailandia. Dato menor porque hace tiempo que no le doy importancia a esas cosas. Como todos los años el primero en felicitarme ha sido mi amigo Jorge y ya he recibido de buena madrugada su esperado mensaje, digo esperado porque estoy completamente seguro de que va a ser el primero, siempre pasa y es ya una tradición. Le he respondido dándole las gracias, obvio, pero soltándole un rollo sobre lo que supone alejarse de la rutina diaria, vaciar la cabeza de preocupaciones e intentar llevar una vida tranquila, humilde y aunque con algo de estrés, lo más despreocupada posible. Claramente he puesto de ejemplo la vida del viajero, del que se embarca durante un tiempo, corto o largo, en la búsqueda de algo más que la rutinaria vida que no deseas llevar cuando te mueves con el engranaje de lo cotidiano en tu lugar habitual.
Mi idea inicial en este viaje era llegar a Bangkok, aeropuerto de entrada al sudeste asiático, el lugar al que puedes volar más barato, y desde ahí el plan era volar a Hanoi, capital de Vietnam. Este país desde que era chiquito me ha llamado la atención, motivado por la historia guerrera que hubo entre ellos y Estados unidos, y todo lo generado después. Pretendía pasar unos días en Bangkok, quizá cruzar a Laos como me recomendó Antonio hace un par de meses, visitar Angkor, pero sobre todo ir a Vietnam.
Como ya he ido explicando en entradas anteriores, mi cabezonería hacía que tuviera en mente el recuerdo de Argentina, más que el propio Vietnam, así que me descuidé y por eso mismo perdí la oportunidad de encontrar vuelos baratos, subieron y subieron los billetes de avión a Hanoi, por lo tanto me olvidé del país al que de verdad quería viajar. Realmente pensaba que iba a quedarme en Argentina, así que ¿Para qué voy a gastar más dinero en vuelos que no voy a hacer?
El título de esta entrada está claro, Asia no es para mi y en unas cortas vacaciones en Japón me di cuenta de ello. No digo que no mole, porque mola. No hay absolutamente nada malo en esos países asiáticos que he visitado que haga no recomendarlos por mi parte, de hecho son hermosos, bonitos a rabiar, con estampas e imágenes de ensueño.
Japón rural, alejado de las grandes ciudades, es una barbaridad de bonito y no voy a contar nada de la locura de las urbes que nos os hayan contado ya. Tailandia igual, es precioso, maravillosamente especiales son sus paisajes tan verdes, con cielos muy fotografiables y gente maravillosa, al igual que Camboya, donde la gente, si cabe, suele sonreír más que en la propia tierra Thai. Entonces, ¿Qué ocurre? Pues lo que pasa es que yo no me veo por acá. No es mi lugar, me siento fuera de juego. No hay nada que me una a estos lugares, ellos son muy amables pero suelen ser herméticos, no todos, ni tanto como en Japón, pero no les une nada a mi.
Tengo la sensación de que debería pedir perdón cada vez que cuento ésto último, lo hago con una sonrisa en la cara, es obvio, pero la sensación es esa, con algo de frustración. La lista de cosas positivas que tiene un país como éste para ofrecer es basta y cuanto más viajas por él más sensación placentera produce, así que, efectivamente, sudeste asiático, no eres tú, soy yo.
Bueno, al rollo. Salí por fin de Sihaknouville y aquello fue horrible, pero horrible de verdad. Al final tras dejar Koh Rong Sanloem, tomé un ferry a tierra firme y me puse a buscar opciones para llegar a Trat, primera ciudad importante tras cruzar la frontera. Las opciones eran escasas, por no decir casi nulas y me da hasta pereza relatarlo, aquello fue una pérdida de tiempo enorme, una decisión errónea, una consecución de mierdas y mucha frustración. Pasé la noche en Shockville, en un hostel que no estaba mal. Me recorrí la ciudad para encontrar agencias de viaje y el hostel, confirmé lo que vengo diciendo: es una ciudad de mierda. Cambié dinero, busqué playas y me dí de morros con que son una puta mierda, al nivel de la ciudad.
Los supermercados son de chinos, con mierdas chinas en sus estanterías , caras, todo fatal. Se puso a llover toda la tarde y toda la noche. Ésto se está haciendo tan largo como el viaje que tenía por delante. En la agencia me dijeron que para ir a Koh Kong, última ciudad de Camboya antes de la frontera, tenía que ir primero a Phnom Phen, la capital, y desde ahí a Koh Kong. Es decir, tuve que ir 6 horas en mini van hacía el este para luego recorrer el mismo camino hacía el oeste durante casi 8 horas. Una locura, una locura que me sacó de mis casillas porque los últimos 100 kilómetros fueron por una carretera oscura, de tierra y llena de agujeros del tamaño de cráteres lunares. Dormí en un hotel malo y caro, y a la mañana siguiente, sin ducharme ni desayunar, me fui lo más rápido que pude a la frontera, hice los trámites y pasé de nuevo a Tailandia, me metí en un 7 Eleven donde desayuné pagando por fin 75 céntimos de euro por un café.
Camboya, y estoy seguro de ello, mola un montón, pero creo que no la he disfrutado como se debe por mis malas decisiones. La capital no tenía mala pinta, se veía limpia y decente y quizá merecía una estancia de un par de días, pero estaba tan rayado con todo lo que había pasado días atrás que solo tenía entre ceja y ceja llegar lo antes posible a Tailandia. Es una pena, porque me llevo de allá unos recuerdos buenos de mi paso por Siem reap, pero creo que la ciudad del shock consiguió crear en mi una imagen distorsionada del país. No está preparado para el turismo y el covid ha hecho estragos, así que hay que aventurarse para tener una estancia algo cómoda.
Lo pasado, pasado está y ahora solo miro al futuro, aunque de nuevo ando un pelin mosca. Me vine a la isla de Koh Chang, la segunda isla más grande de Tailandia y no sé si la más verde, pero me recuerda a aquellas imágenes de las islas hawaianas que nos mostraban hace años en las series americanas. No me extraña que esté tan verde, casi todos los días llueve y eso debe influir en la exceso de vegetación. Recorrerla es sencillo, en taxis donde te dejas una pasta o alquilar una motocicleta que te cuesta lo mismo que dormir en el hostel.
Espero pasar una semana en la isla. Antes de llegar aquí tenía mis dudas, por eso lo de estar mosca, debido a esa especial presión que me impongo ante la posible inmovilidad en un mismo lugar cuando viajo, vamos, que por mucho que diga que me voy a tomar las cosas con tranquilidad, al final me pone nervioso no moverme y pienso, además, que estoy perdiendo el tiempo. Sigo teniendo las dudas, aunque me he rendido ante lo que supone estar en una isla paradisíaca sin necesidad de hacer nada.
Como es muy difícil apaciguar la cabeza de un aragonés, me da por ir andando por esas carreteras isleñas, estrechas, entre vegetación, buscando un lugar agradable donde hacer fotos.
Koh Chang es perfecto para eso. No hay mucho que hacer, hay zonas con bares, sí, pero no es algo que pueda ser una característica de la isla. Me parece algo naif, y lo digo a riesgo de ser tachado yo mismo de ingenuo. Hay locales donde parece que existe la prostitución, efectivamente, pero no es algo muy extendido en la isla como en otros lugares de los que me han hablado como Phuket o Pattaya.
Para terminar debo decir que la naturaleza me regaló el día de mi cumpleaños algo maravilloso, el atardecer que viví el 26 de Julio de 2022 no olvidaré nunca.