Asia,  mochilero

Descubriendo Bangkok

¡Hostia, cómo llueve!

Cómo decidí ir descubriendo Bangkok alejándome de lo más turístico.

Es obvio que no tengo edad para ponerme a la altura de los jóvenes que salen por el mundo con una mochila, ganas de juerga y ánimo para aguantar lo que venga. En ningún momento confié en que pudiera ser uno de ellos, eso os lo aseguro. Cuando vuelva a España y termine esta parte de mi viaje habré recorrido unos 57000 kilómetros, metro más, metro menos. También he hecho el cálculo, cama arriba, cama abajo de cuantos catres diferentes ha probado mi espalda y se acercan casi a los 40 colchones. Pues además hay que añadirle que en el mes que he pasado por estas tierras ha llovido no menos del 70% de los días. Unas veces toda la jornada y en otras ocasiones toda la tarde, o toda la mañana. Para un rato, cuando pega el sol no está mal, pero al final tanta lluvia agobia porque la humedad es mayor y peor si cabe.

Otra de las cosas de las que pueden llegar a cansarte son los hostels. El presupuesto, y ésto ya lo he dicho en varias ocasiones también, es el que es y las posibilidades son las que son. Viajar durante cierto tiempo y descansar en hoteles de calidad media/alta es complicado para un presupuesto como el que manejo yo. Por esa razón la alternativa real es hospedarte en hostels. Algunos están muy bien, otros no lo están tanto. Comencé mi ruta en Bangkok en un lugar bastante limpio, ordenado y cómodo. Pero luego la cosa fue deteriorándose hasta volver de nuevo a la capital. En Siem Reap encontré uno fantástico por 5 dólares. Hasta la fecha no he encontrado ninguno en el que me sienta realmente a gusto. No pasa nada, soy de soportar estas cosas bastante bien, pero lo que realmente me disgusta durante un pequeño rato es el momento en el que ingresas, esperando que sea mejor de lo que te sueles encontrar y desgraciadamente la realidad a veces golpea fuerte.

Cuando hablo de Tailandia, y en general de mi periplo viajero, tengo la sensación de repetirme una y otra vez. De ser cansino con los mismos temas y pecar de gruñón. Y sí, lo reconozco, me pongo un poco en ese plan dejando de lado a veces el disfrute. No pretendo que sea una justificación, pero ¿no es una de las cosas que ponemos en relieve cuando disertamos sobre nuestra adicción a los viajes? Para mi es fundamental ser crítico con lo que me rodea, ya que cada segundo viajando es un segundo de libertad, pero sobre todo de aprendizaje, y como dijo mi gran amigo Joel: Todo suma, y yo añado: lo bueno, lo malo y lo del medio.

Por eso me parece de justicia, ahora que va acabando mi visita a Tailandia/Camboya 2022 Edición Monzón, hacer una valoración general sobre la experiencia. Ya la he ido adelantando en las redes sociales y la gran mayoría de los que vais a leer ésto la conocéis, pero la voy a recordar para mi yo del futuro, que es para quien va dirigido ésto. Resumiendo muy atropelladamente, Tailandia me recuerda a un parque de atracciones del placer, así a la brava, y ahora con la legalización de la marihuana todavía más. No sé el daño que puede hacerle al país ya que parece un reclamo dirigido a jovenzuelos juerguistas. Tampoco conozco el consumo natural del ciudadano medio tailandés, si la población lo reclamaba o si lo han hecho por un problema con la delincuencia (!!!). A mi me parece más una medida de cara al turista, o quizá no, no conozco la política del país para asegurarlo, pero, lo que he visto yo es que donde más se puede ver anunciado algo relacionado con esa droga es en las zonas turísticas.

Más info en google. Aquí he encontrado algo corto y directo que lo explica:

Tailandia legaliza el comercio de cannabis y se plantea aceptar el uso recreativo

Drogas chuscas al margen, en este edén precioso si usted quiere sexo, tendrá sexo. Está a la orden del día y para variar, en las zonas turísticas es donde puede encontrarlo fácilmente, aunque si es usted usuario de aplicaciones para teléfonos móviles de esas de contacto, no hay problema, la cosa es sencilla si tiene dinero o parece que lo tiene. Me he movido poco por esos bares de alterne peculiares en donde las chicas jóvenes te llaman y te hacen gestos con la mano para que te acerques, pero da la sensación por cómo reclaman al turista, que difícil no debe de ser tener una jovencita en un plis plas dándote lo que desees. En Koh Chang era bastante habitual ver a señores de ya entrada madurez llevar de paquete (y lo digo en el más extenso sentido de la palabra) en la moto a chicas mozas de un lado para otro. Un supermercado cárnico y placentero. Algunos de ellos no se han visto en una parecida en toda su santa vida.
¿Desea usted un masaje de esos que nunca se da en su país? Lo tiene por un módico precio. ¿Le gustaría comerse un escorpión, aunque casi nadie en Tailandia coma escorpiones? ¿Encontrar falsificaciones en un enorme centro comercial donde poder dárselas de hábil regateador y salir con una sonrisa en la cara pensando que ha hecho el negocio de su vida comprando por 20 dólares las nuevas nike air jordan fuck me baby ? Hecho. ¿Quiere usted disfrutar de la comida tailandesa, encontrar inspiración en sus calles, mercadillos nocturnos, puestos alimenticios en las esquinas para luego abrir un local en Madrid imitando ese ambiente zascandil para que los nostálgicos ciudadanos que en alguna ocasión visitaron el país del pad thai paguen por él 10 veces más gracias a un toque personal y castizo? Adelante.
Todo lo que desee para que sus vacaciones sean placenteras lo podrá conseguir con un chasquido de dedos en un periquete. Disfrutar de los mundanos placeres en Tailandia es sencillo, muy sencillo, no va a ser usted el único, hay sitio para todos. ¿Tiene pasta? Sir, you’re the fucking master of the universe.

Tailandia es un paraíso secuestrado por la necesidad de divisas extranjeras.

He estado tres meses moviéndome casi sin parar, combinando un poco de Sudámerica y un poquitino de Asia. Cierto es que ha habido lugares en los que he estado más tiempo parado y en cambio ha habido momentos donde por las circunstancias no he parado. Mis últimos días en Tailandia antes de venir a la capital fueron de relajo total, salvo algunas pateadas buenas que me pegué por el simple placer de andar y ver la isla de Koh Chang, pero al volver a Krung Thep Mahanakhon Amon Rattanakosin Mahinthara Ayuthaya Mahadilok Phop Noppharat Ratchathani Burirom Udomratchaniwet Mahasathan Amon Piman Awatan Sathit Sakkathattiya Witsanukam Prasit, que es como se llama realmente la ciudad de Bangkok, las cosas han cambiado. Por mucho relajo que intentes tener pasando momentos de no hacer nada, te cansas solo de salir a la calle. Por el calor, básicamente. Ayer mismo por la mañana anduve casi 8 kilómetros. Esa distancia en una ciudad no es mucho pero en Bangkok supone acabar sudado hasta en lugares donde pensabas que no podías sudar, incluso después de llover sudas que da gusto. Hoy mismo ha caído una de padre y muy señor mío complicando bastante el moverse por la ciudad ya que el tráfico se pone imposible, las aceras se cubren con charcos de agua y caminar por estas calles de dios es jodido. Menos mal que ellos que son muy astutos tienen soportales cada poco, toldos de plástico o cualquier cosa que pueda servir para guarecerte de esas tormentas que avisan con 4 gotitas y 10 segundos después todo el cielo cae sobre ti en forma de catarata. He aprendido gracias al radar hecho a base de palos que en cuanto caen 4 gotas hay que buscar un lugar donde cobijarse, por lo menos tener mirado un techo, por si acaso.

El hecho es que estoy cansado y necesito una parada técnica, un descanso que por otra parte no será tal, ya que en cuanto llegue a mi hogar lo primero que debo hacer es buscar trabajo y ponerme manos a la obra con el nuevo proyecto viajero. Este último tramo por Asia se ha hecho algo largo y pesado. Tengo la sensación de que no es una zona en la que viajar solo a cierta edad sea lo más recomendable, como que no estás en tu salsa, que andas entre dos aguas. Lo que veo yo por aquí es mucha pareja y mucho mochilero en grupo. No he visto a mucho viajero solitario, quizá sí, pero de una edad con la que te sientes cómodo saliendo de fiesta, aguantando resacas y viviendo la vida loca, porque aquí se puede vivir la vida loca muy bien ya que para esa gente joven en busca de experiencias excitantes Tailandia es de las mejores opciones. Y obvio, es una zona donde venir con tu pareja a disfrutar de la playa y el sol (cuando no llueve) es maravilloso, por supuesto, un lugar repleto de alicientes apasionantes, o incluso, cómo no, viajar con toda tu familia incluyendo niños chicos.

Aún así hay un Bangkok para viejóvenes como yo alejadillo de esos tours turísticos, donde puedes moverte bien en el kaos y donde no hay apenas palacios ni templos. Este ambiente se puede disfrutar muchísimo, y no hablo de alejarse del centro, todo lo contrario, está en las callejuelas del centro moderno. A los pies de los muchos rascacielos de la ciudad hay un micro mundo algo caótico que engancha. Aceras estrechas, puestitos de comida mínimos, un solo carril para dos marchas diferentes, ruido, casitas oscuras y rincones dudosos. Esa es la ciudad que yo disfruto, donde sí, eres un turista más, pero no eres un dólar con patas, simplemente estás ahí sin hacer mucho ruido y eres aceptado, como no, por todas las culturas que se mezclan: Thais, indios, chinos, Japoneses, que sé yo, de todo hay y todo es bienvenido, supongo.
Hoy me alojo en Pathum wan , bastante céntrico, corazón financiero (o eso podría parecer a un ignorante como yo) y poseedor de lugares para inspeccionar. Tras varios pasos por la capital y haber cambiado de zona en varias ocasiones, casi podría decir que ésta es mi favorita en el poco tiempo que he estado en la ciudad. Lo que está claro es que la parte más cercana al río, Khaosan road y todo aquello de la rivera no me ha gustado en exceso, o sí, porque todo mola cuando viajas, pero no ha sido lo que más ni volvería a alojarme por ahí si en un futuro volviese a la ciudad. Aquí, en esta parte de la ciudad me encuentro realmente cómodo y eso que entre el tráfico y el caos que uno encuentra cuando llueve por estas calles te puedes volver majareta, pero a mi me está gustando. Siempre que he plantado base en un nuevo lugar he intentado hacerme fuerte en algún lugar donde comer, he buscado el sitio adecuado donde repetir y lo he encontrado en el Pratunam night market, aunque abre todo el día, en la noche es cuando se pone más interesante, así que, a disfrutar de sus 10 o 12 platos vegetarianos más el Mango sticky rice de postre que tanto me han recomendado.

No sé cómo terminar la entrada de hoy si os soy sincero, de hecho siento que está quedando deslavazado, sin interés, sin ritmo. Todo ésto es para crear una entradilla que deje claro con cierta pena que hasta aquí he llegado y aquí doy por finalizada esta etapa de mi viaje. Tras dos años esperando, ahorrando, soñando, dejando que la vida girase en torno a esta aventura, ésto se acaba. En estos tres meses he aprendido a vivir con lo mínimo, todo ha sido mínimo, la ropa, el espacio, dinero justo, hospedaje sencillo, transporte habitualmente precario. Podría verse como una cura de humildad, un viaje largo para encontrarse uno mismo y todo eso está bien, pero es algo más prosaico: No he tenido otra opción. Es lo que hay, es lo que me he podido permitir, pero tengo la sensación de que me ha servido para darme cuenta de que no es necesaria esa vida consumista que todo lo devora y por la que tantas angustias padecemos. No es necesario hacer un esfuerzo tan grande para mal vivir ansiando lo que no tenemos. Con poco, con lo justo se vive. Si hay deuda, que sea mínima, si hay anhelos que sean por sentir, no por poseer.

La que no ha quedado tan pequeña, mínima en líneas generales, ha sido mi experiencia. Estoy seguro que he vivido algo enorme, aunque todavía no sea capaz de asimilarlo, es complicado todavía. Lo que sí está muy claro es que he tenido la oportunidad de conocer otras realidades, otras culturas, maneras de ver la vida y luchas diarias con otro ritmo más allá del turista que era antes, el que viajaba por poco tiempo y el que no creaba esos vínculos tan especiales como los que he creado durante estos meses en los que he conocido personas con las que suelo tener un contacto habitual. Eso es quizá con lo que me quedo, sin lugar a dudas. Volveré.

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