reflexiones

¿Soy un Junkie de los viajes?

¿Lo soy?

He tenido la suerte de vivir un sarao a raíz de la unión matrimonial entre una amiga que conocí hace muchos años en el grupo de ayuda a refugiados, una plataforma creada en mi ciudad para ayudar a esas personas varadas en las puertas de Europa, y su ahora marido, baterista de un grupo de metal y persona cariñosa a rabiar. Los dos son un encanto y además, desconozco la razón (juas!) me aprecian y cuentan conmigo, incluso para disfrutar junto a ellos de sus celebraciones. Es, sin lugar a dudas, motivo de orgullo por mi parte y de sentir mucho amor por ello y por ellos.

Ella es de padre Sirio, él es de origen Venezolano. Su boda estuvo amenizada por música y bailes Sirios, además de música latina y algo de metal en directo. Una mezcla deliciosa, extraña para algunos, pero muy enriquecedora, lo aseguro.

Desde hace muchos años vengo escuchando en algunos rincones del entorno menos cercano a mi núcleo duro de amistades y familia, es decir, en el trabajo, por poner un ejemplo, pero sobre todo en los medios de comunicación, que el mestizaje, «la mezcla» o las influencias externas que se arraigan en nuestra tierra, no son buenas por representar violencia, delincuencia, abuso, etc.

Tiene su debate, pero no voy a entrar en él porque no me apetece y dada mi experiencia, es una pérdida de tiempo tenerlo. Totalmente convencido estoy de que ese mensaje está motivado por ideologías retrógradas, muy poca apertura mental e ignorancia. De lo que sí me gustaría hablar precisamente es de lo que aporta, de lo que influye en positivo y de lo maravilloso de disfrutar de lo diferente. Y ésto irremediablemente va unido a mi pasión por conocer lo extraño, diferente y lo lejano. Esa inquietud viene de muy, muy atrás en el tiempo, cuando veía en televisión aquel proyecto realizado por Miguel de la Quadra-Salcedo, Ruta Quetzal o por soñar en cómo sería viajar por el mundo montando la parafernalia necesaria en los conciertos de los grupos que me gustaban y que iban girando por el planeta. Miles de veces vi en VHS un documental sobre cómo era organizar la gira Zoo Tv de U2 y miles de veces soñé con ser uno de esos medio esclavos que organizaban aquel amasijo de hierros que conformaban el escenario.

Niño en templos de Siem Reap
flora de koh Chang island
Pueblo de pescadores en koh Chang

El otro día fui a comer junto a mi tío un rico ramen a un chiringuito de influencia japonesa. También él, que ha viajado lo suyo, desea poner tierra de por medio y arrancar hacia una aventura americana. Comentaba yo la pescadilla que se muerde la cola que supone el ánimo de conocer nuevas culturas y lo que significa, una vez de vuelta en casa, seguir con ello queriendo comer, por ejemplo, en lugares como este del ramen que te dan la posibilidad de recordar aquel día y en aquel lugar donde comiste no sé que cosa que ahora tienes delante de tus morros pero a 10.000 kilómetros de distancia. Y esta cabezonería, lo que supone estar en constante búsqueda de aquel recuerdo que te emocionó en su momento más allá de tus fronteras, es lo que me hace pensar si todo ésto no es una adicción. El deseo de disfrutar una vez más de algo que muy posiblemente no se repetirá, porque fue algo único por el momento, el lugar y la compañía. Un deseo que por lo que uno puede leer, se asemeja en exceso a lo que sienten los yonkis con aquel primer pinchazo.

No lo dudo, es posible que nuestro cerebro trabaje de la misma manera, utilice los mismos estímulos y se comporte así, creando ansiedad si no tenemos lo que deseamos. En mi cabeza se crea esa explosión de excitación cuando pienso en salir de aquí.

Parafraseando, precisamente, a Bono de U2:

Quiero correr, quiero esconderme,
Quiero derribar las paredes que me retienen dentro,
Quiero extender la mano y tocar la llama,
Donde las calles no tienen nombre,
Quiero sentir la luz del sol en mi cara,
Veo esa nube de polvo desaparecer sin dejar rastro,
Quiero refugiarme de la lluvia venenosa,
Donde las calles no tienen nombre

Y si ésto realmente es el producto de una reacción química en mi cerebro asemejada a la que sientes con una droga, seré un Junkie por siempre, pero que no acabe.

koh Chang. Pueblo de pescadores

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