El norte de Argentina y un poquito de Bolivia
El norte de Argentina y un poquito de Bolivia
Sello de belleza increíble, confirmado por segunda vez
Ya había visitado Jujuy y la quebrada de Humahuaca, pero me apetecía pasar al menos una noche en Huma porque el año pasado solo la visité de pasada. De hecho no conocí nada del pueblito porque fui a visitar el Hornocal y nada más. Así que tras la frustrada visita a la capital Catamarqueña anduve rápido en elegir el lugar en el cual quería pasar un par de días de descanso antes de ir a Bolivia.
La sencillez que encuentras en esos lugares al norte de Jujuy, la humildad que se aprecia desde fuera de esa sociedad algo hermética, te llama la atención. El año pasado ya apunté, cuando hablaba de esta región, lo sorprendido que me hallé ante los rasgos de la gente del lugar; Todas esas características me resultan muy atractivas aún en la actualidad.
«Tú no puedes comprar al viento,
tú no puedes comprar al sol,
tú no puedes comprar la lluvía,
tú no puedes comprar el calor.Tú no puedes comprar las nubes,
Calle 13. Latinoamérica. Disco Entren los que quieran
tú no puedes comprar los colores,
Tú no puedes comprar mi alegría,
tú no puedes comprar mis dolores»
Me gustaría, antes de continuar con el relato, comentar algo respecto a los paros de ruta que se están realizando en Jujuy, me parece interesante que al menos los lectores que no son de Argentina conozcan un poco sobre ello.
Entiendo que en el sur del país hay polémica sobre este tema. Muchas personas no están muy de acuerdo con el fundamento de los paros, en cambio yo tengo claro que los apoyo. Las razones son diversas, pero no voy a entrar en detalles sobre mi opinión, aunque sí deseo aclarar que a nadie le gusta estar en medio de una carretera parando el tráfico si no es por una causa justa, por eso quizá habría que pensar antes de hacer un juicio drástico sobre la situación. Mientras esperaba el autobús a Salta desde Humahuaca y tras tres horas de retraso, tuve una charla con un Jujeño y lo dejamos claro. En principio parecía que a él le dolía que hubiera turistas que esperaban demasiado a que llegara el autobús debido a los cortes. Obviamente nos entendimos cuando dije que mi espera no era tan importante como la lucha que llevaban a cabo. Y así es, luchar por lo tuyo y tus derechos puede ocasionar problemas a otros, pero si la causa es poderosa, hay que aguantarse. Además, aquí he aprendido que lo mío es tuyo y viceversa, así que ancha es Castilla.
Al margen de todo esto debo, aunque añadió algo de tedio a mi viaje desde el norte a Salta, voy a comentar que he ido viviendo diferentes controles anti droga por parte de la gendarmeria argentina. Es una anécdota menor que no requiere mucha más info aparte de señalar que fue a nivel general en medio de los paros. Más adelante, en la provincia de Misiones, si que viví uno más estricto. Eso es otra historia, ya llegará.
Todos estos inconvenientes, que no lo son tanto cuando deseas conocer bien el día a día de un país, se cruzaron en muy poco espacio de tiempo durante una semana que anduve viajando en bus en muchas ocasiones.
Mirad, la idea cuando te embarcas en un viaje así debería ser la de vivir otras realidades ¿no? Si buscas la comodidad de tu lugar habitual, de tu escondrijo, casi es mejor quedarte metido en tu burbuja y dejarte de movidas que van a causarte un mal trago. Es así, nos movemos al ritmo que nos marca el país que visitamos. así que por mi todo bien y todo correcto.
El norte de Argentina y un poquito de Bolivia
Iruya
Pensé durante un tiempo mientras planeaba aventurarme a visitar Iruya que llegar era jodido, o al menos tedioso. Tres horas de camino pedregoso y curvas en montaña se pueden hacer duros. Yo lo definí como ir por el medio de los Monegros pero a tres mil metros de altura y no se aleja mucho de la realidad. El hecho es que es el precio que tiene que pagar el turista para encontrar un lugar especial. Contado así parecería un sufrimiento del que no puedes salir, pero realmente no es tan exagerado como lo pinto. Ser un turista ocasional, que hace ese camino por gusto y quejarse, cuando hay personas que lo tienen que hacer casi todos los días por necesidad no tienen ningún perdón.
Lo que sí me invita a la reflexión es el aumento de popularidad de esta localidad. A mi mismo durante bastante tiempo me han invitado a ir diferentes personas y en multitud de ocasiones. Muchas de ellas me comentaban que tenía que ir porque, según indicaban, es increíblemente bello.
Supongo que empujados por la campaña publicitaria no gubernamental, por el boca a boca mediático, miles de turistas emprenden una peregrinación desde Humahuaca para conocer el pequeño pueblito entre las montañas. Algunos incluso lo hacen en el día, lo cual me parece una locura. Y no me parece así solo por la dureza del trayecto, que también, si no porque se pierden lo mejor que el pueblo puede ofrecer: Más allá de sus callejuelas, algunas muy bonitas, se encuentra un espíritu que poco a poco se va perdiendo y es el que le otorga a la localidad ese poder de atracción. Una cercanía que solo se aprecia si pasas algo más que horas conociendo bien sus rincones.
Me cuesta entender por qué alguien desea pasar solo tres o cuatro horas en el pueblo. Quizá el hecho de poder decir que han estado. Como el que va acumulando países como si fueran trofeos, sin prestarles la atención que merecen. No, no has estado en Iruya, has pisado Iruya, pero no has vivido nada de este pueblo que cada día más va perdiendo su esencia por culpa del turismo de masas.
Yo, que soy parte de ese turismo de masas, puedo ver y sentir que esto se va a ir de madre de aquí a muy poco tiempo. De hecho la confirmación me la dio una mujer oriunda del lugar: Ha perdido su esencia y esto va a peor, me dijo.
Un lamento que a mi me llegó al corazón. De hecho, el otro día hablando con un amigo mío, profesor de universidad, pude entenderle en su calificación, cuando dijo que una parte de Iruya le parecía una villa como las que se ven en Buenos aires. Yo no lo había visto así, pero efectivamente, la zona tangencial a la plaza del pueblo tiene más de villa que de pueblo bonito entre las montañas.
Las comunidades cercanas se están vaciando para ir a buscar algo de progreso económico al punto neurálgico en el que se ha convertido la localidad principal de esta quebrada. De hecho como anécdota, un día en el que estábamos intentando subir a un mirador, a lo lejos, vimos venir un helicóptero. Pensábamos que algo grave había pasado. Imaginamos que una urgencia médica había hecho que aterrizara en el campo de fútbol del pueblo. Preguntando llegamos a saber que no era una urgencia de salud lo que llevó a esta maniobra peliculera, si no a la reposición de dinero en el cajero del pueblo. Es decir, que no falte dinero para el turista, pero como también nos apuntaron, si alguien se pone enfermo de gravedad tendrá que esperar a que venga la ambulancia por tierra.
Esta misma señora, con la que coincidí dos veces en diferentes días pero en el mismo mirador, me habló de una iniciativa que yo conocía desde la lejanía y que me sorprendió en su día: El burro cine.
Consiste en acercar el cine a hogares recónditos de la región. El modo de hacerlo es transportando todo el equipo en burro, montar toda la maquinaria en el pueblo, proyectar y como han venido, se van. Todo eso creo haberlo leído en una publicación francesa, pero no estoy del todo seguro.
Todo esto, lo que se vive más allá de lo que se ve en Iruya, ha hecho que no olvide tan fácilmente mi experiencia allá entre las montañas, que vaya a quedar en mi disco duro mental como algo muy especial. Solicito desde aquí a todos aquellos que me lean, como me pidieron algunos habitantes del lugar, que si van allí a turistear al menos piensen en quedarse un tiempo mayor para conocer el día a día del pueblo. Yo mismo digo que si hay que dejar una huella del foráneo turista, al menos se vayan del lugar conociendo algo más que el hecho de que sea un pueblo recomendado por National Geographic y de marcar con un check destinos que sí o sí han visitado para engordar su lista de lugares pisados.
El norte de Argentina y un poquito de Bolivia
Bolivia
Creo que entré a Bolivia cuando legué a Humahuaca, esa es mi sensación. Y no solo algo personal defiende de teoría, en Iruya comentaron un poco al respecto, así que iba con la mosca detrás de la oreja. Algo de ello hay y quizá algún día se podría hablar ampliamente sobre cómo se sienten algunos pobladores de esa región, con que se identifican, aunque su localidad pertenezca a Argentina.
El paso fronterizo de La Quiaca y Villazón es muy fácil y sencillo de cruzar. Tanto es así que tuve que preguntar un par de veces si con los trámites que hice era suficiente. No imaginé que fuera tan sencillo. Hay que estar vivo y al loro, porque el cruce de fronteras si no lo lees bien, si no las entiendes y te desnortas, si te dejas algún detalle por hacer, pueden ocasionar problemas. De hecho a mi me dan un poco de mal rollo ( spoiler: Más adelante en el relato se confirman mis temores) pero también, extraordinariamente, a veces me resultan excitantes.
En un principio iba a hacer la ruta Uyuni, Potosí, Santa Cruz y toda esa línea en el mapa que luego te lleva a Paraguay, pero, como soy impulsivo y mi naturaleza me lleva a tomar decisiones contradictorias y al final me quedé en Uyuni con la única intención de visitar el salar y solo durante un día. Efectivamente es un poco paliza, pero disfruté de lo lindo con los impresionantes paisajes desde la frontera, de la amabilidad de la gente boliviana e incluso de su comida. Así que sí, al final solo pasé tres días en el país vecino, pero estuvieron bastante bien.
La ciudad que da nombre al salar no es gran cosa, no tiene muchos atractivos. Quizá el atractivo es la propia localidad en si. Es decir, no busques grandes reclamos turísticos más allá de la visita al salar, pero, si quieres encontrarte de morros con la idiosincrasia boliviana, adelante, date una vuelta y a gozar del viaje
Yo anduve por la tarde hasta el cementerio de trenes que hay a las afueras. Es un punto muy turístico, se ha hecho muy famoso, pero tampoco es que tenga mucho, sinceramente. Es decir, sí, está bien y más por la tarde por la luz del ocaso, la chatarra, la fotografía en decadencia, todo ese rollo, pero no es el ícono turístico que hay que visitar sí o sí en esta vida.
Y en el salar de Uyuni hay muchos elementos de ese tipo. Habría que definirlo como lo que es, una maravilla natural de dimensiones estratosféricas, pero su explotación turística roza lo grotesco. Por otra parte hay que dejar poca huella humana en él y está bien que vayamos todos a los mismos lugares, eso está genial, pero parece como una atracción de feria a donde vamos como ganado.
No es del todo una crítica, así son las cosas si lo quieres ver con ciertas garantías. Se asume para luego presumir con que has pisado el mayor salar del mundo.
Es maravilloso en todo caso, un lugar en donde no puedes no sentirte pequeño ante la basta naturaleza. Precioso y eso que no era época de lluvias; En verano aquello debe de ser extremadamente bello. Pudimos brindar con vino durante el atardecer, pisoteando con botas de agua el poco espejo que seguía formado y viendo como por el oeste se ponía el sol y por el este salía la luna casi al mismo tiempo. Glorioso y punto. Hay que olvidar la mercantilización del lugar.
Disfruten y se callen.
El norte de Argentina y un poquito de Bolivia
Vuelta a casa
A la mañana siguiente tomé un nuevo bus camino a la frontera con Argentina pasando un frío de mil pares de narices. La tarde anterior tuvimos menos cinco grados en Uyuni a eso de las siete de la tarde y además, con el aguita que hace el efecto espejo bajo nuestros pies, la sensación térmica descendía. No es que fuera menos intensa, al contrario, nos lo hizo pasar mal, pero mal de mal. Ni el vino ni las ganas de estar ahí nos hicieron entrar en calor.
Esa misma mañana a las seis no sé qué temperatura hacía en la parada de autobuses, pero era intenso. De hecho, hasta que no aparecieron los primeros rayos de sol no entré en calor. De nuevo el paisaje entre Tupiza y la frontera es de quedarte embobado, de una belleza árida sin igual, majestuoso. Volveré algún día a Bolivia, creo que bien merece invertir más tiempo en ese país.
Antes de despedirme de Bolivia (sí, es una crónica corta porque lo bueno sería que visitarais vosotros el salar) debería nombrar de nuevo lo bien y a gusto que me encontré en el hostel en el que pernocté en Uyuni. Italianos, franceses, australianos, argentinos y bolivianos formaron un grupo estupendo para la charla. Me cocinaron, hablamos sobre nuestras experiencias y finalmente salí súper contento de una nueva experiencia de vida en hostel. No suele fallar, me encanta.
Pasé de nuevo los controles de ingreso y una vez más estoy en Argentina. Mi destino era nuevamente Humahuaca en donde me esperaba una cama blandita y cómoda en la Verbenita, un hostel estupendo en el que me hospedaría hasta el final de mis días. No creo que sea de recibo hacer publicidad, porque este blog no pretende ser un lugar para ello, pero me siento en la obligación de nombrarle, tanto al hostel como a Ana, la chica que lo regenta y a Luna, la perrita que tantas alegrías me ha dado. Chicas, os quiero.
Off the record
Estos días me hablaron sobre un vídeo viral que surgió en Febrero sobre una influencer instagramer tiktoker española en donde se quejaba de las infraestructuras argentinas, de su gobierno y no sé de qué mas. Al verlo sentí verdadera vergüenza ajena.
No me voy a extender en la crítica, porque estaría horas criticándola. Quería plasmar aquí mi repulsión por semejantes personajes que no saben valorar que un país te ofrezca su hospitalidad.
Se hace llamar viajera, perdón, Luxury traveler y si buscáis la noticia la encontraréis fácilmente en internet.
Si quieres las comodidades que encuentras en tu país en otros lugares y no las recibes, quédate en tu casa.