Salta la linda.
De morros con una realidad poco conocida
Iba pensando, mientras volaba hacía Salta con la compañía de bajo coste JetSmart, sobre todo lo que había vivido estos últimos 15 días. Montañas convertidas en iconos de libertad, extensiones ladronas de almas, pedazos de hielo difíciles de asimilar, furia y ruido saltando al vacío convirtiendo el correr de unos ríos en una maravilla universal, y entre todas estas maravillas naturales, las personas. Personas que han ido enseñando y mostrando el camino, aprendiendo paso a paso y día a día. Antes de hablar de la ciudad de Salta propiamente, creo que es necesario hablar sobre la mezcla de culturas que te encuentras en estos lares.
A decir verdad tampoco es una mezcla muy diversa y variada. En Salta predominan, se ve claramente, los ciudadanos descendientes de los pueblos originarios. No sé cómo denominarlos y que no suene ofensivo. Argentinos, norteños, con rasgos diferentes de los que te encuentras por el sur de Argentina.
Me asombra la cantidad de personas con las que he podido interactuar durante todos estos días, una cantidad llamativa de personas por día viajado. Casi todas gratas experiencias, ninguna mala. Alguna quizá extraña, pero en ningún momento desagradable. Quizá un poco, poca cosa.
A mi personalmente, haber subido por el norte de este país, me ha colocado en una posición en la que poder reflexionar en según que temas que no tenía del todo claro antes de venir aquí. No voy a entrar en detalles, ésto lo contaría tomando un café en una charla personal, pero aquí lo que os puedo decir es que los paisajes cambian diametralmente a lo que venía viviendo días atrás.
Salta es la capital de la provincia del mismo nombre. Es la provincia más turística de esta parte de Argentina y bien orgullosos están. Desde aquí se pueden realizar excursiones a diferentes puntos de la zona o región. La más famosa quizá sea el paseo a Cachi pasando por la cuesta del obispo, la recta del Tin Tin y sobre todo por el parque nacional los cardones. Un lugar repleto de estas plantas que se asemejan a los cactus pero que tienen sus características, como que puedan vivir 750, aunque hay alguno que cuenta ya 1000 años. Flipante ¿no?
Más allá de eso la ciudad tiene su encanto. Mantiene un espíritu colonial, con casitas bajas por toda la ciudad, dándole un aire diferente a lo que hasta ahora había visto. Su plaza principal sigue manteniendo ese aura en pretérito. El cabildo me recordaba a aquellas estancias vistas en novelas de TV basadas en andanzas de malhechores allá por el siglo XIX y el resto de las edificaciones no seguían ese corte, pero obviamente rememoraban tiempos pasados. Todo ésto no es un problema cuando los seguidores de boca tienen que celebrar una victoria, ocurre. Tampoco manifestaciones a favor de los pueblos originarios y su pérdida ante macro empresas que recurren al robo sistemático de tierras en beneficio propio.
Sin duda, sí, fue un lugar idóneo para frenar el ritmo, descansar, visitar alguna peña típica y gestionar algunas excursiones.