América del Sur,  mochilero

La animalada de la Patagonia

La animalada de la Patagonia

Un lujo en la Argentina

He conseguido realizar otro objetivo que me planteé años atrás: He podido viajar en el tren patagónico y la experiencia ha sido muy satisfactoria. Son catorce horas hasta San Antonio oeste que es donde me he bajado, algunas más hasta Viedma que es en donde termina el trayecto. Un poco paliza sí, pero  ya me he acostumbrado a ese tipo de viajes, lo llevo bien. Es difícil de entender probablemente, pero no hay explicación, lo hago, me relajo y pienso en el ya llegaré. Aún así y con todo, para mi es un lujo poder vivirlo, lo digo muy en serio.

El tren es vetusto y viejo, pero no es incómodo en absoluto, de hecho me parece que tiene un encanto especial. El traqueteo, los compartimentos, esos camarotes que le proporcionan un lado romántico, de épocas pretéritas e imágenes del pasado grabadas en la memoria.

La máquina tirando del convoy compuesto por vagones de pasajeros, restaurante y algunas partes articuladas en donde van algunos vehículos, surcando la estepa patagónica nevada es una imagen preciosa y llena de melancolía. Estoy muy contento de haber realizado este viaje en tren, un viaje que no se repite mucho en la Argentina ya que aunque la red es extensa, apenas hay rutas ferroviarias en este país. No hay opciones para viajar en este tipo de transportes y es verdaderamente una pena.

La animalada de la Patagonia
La animalada de la Patagonia
La animalada de la Patagonia

Cruzar entre los vagones, escuchar el ruido metálico que se produce con el choque de sus ruedas y la vía, el sonido de la bocina al paso por alguna ciudad, las puertas chocando al cerrarse…, un paisaje sonoro que solo se puede disfrutar en estos trenes antiguos.

Ya antes de llegar a la estación me sentía emocionado, hasta el punto de sentir nervios por la experiencia que iba a vivir. La propia estación es un regalo para la vista. Detalles preciosos de una antigua vida más activa, hoy venida a menos. Objetos coleccionables, sonidos olvidados, olores incluso muy especiales que solo se pueden disfrutar en este tipo de lugares. Entrar al hall de la estación, cruzar mi mirada con un señor mayor y confirmar nuestro entusiasmo con una sonrisa y un breve saludo.

Además, las historias se van sucediendo sin pausa, desde el hombre que me habla sobre las veces que ha hecho este trayecto, que me acompaña hasta el vagón restaurante para echarme una mano con las puertas, hasta la mujer que libro en mano va perdiendo su mirada hacía el horizonte nevado que nos fascina fuera del vagón. Cientos de historias que se apagan con las luces de los vagones a la hora de irse a dormir.

Puedo decir abiertamente que me he sentido hechizado por todo lo que rodea a este tren que despacito, pero con buen ritmo, surca de lado a lado la estepa patagónica.

La animalada de la Patagonia

Un sueño hecho realidad

Así es, un sueño hecho realidad. Jamás pensé que pudiera ver una ballena, estaba convencido. No soy muy de mar y aunque siempre había pensado en lugares en los que pudiera llevar a cabo el sueño de verlas, al final nunca me enfocaba en conseguirlo.

Así que en esta ocasión lo puse como objetivo fundamental en mi lista de cosas que había que hacer en Argentina. No eran muchas, pensando que así los conseguiría facilmente. Todo es mucho más sencillo si practicas la humildad y no te flipas con miles de cosas que al final no vas a realizar. La lista, insisto, era corta; El balcón del Pisis (check), el patagónico (check) y avistaje de ballenas (súper check). Así que a partir de ahora lo que venga es un extra sin presiones. Me quedan un par de meses para volver a España y lo que pueda ver, bienvenido será. Creo que debería centrarme en ir en búsqueda de lugares que fotografiar y crear hacer un pequeño portafolio con fotos que he ido tomando estos meses por el país.

Entonces, mis amigos, este era uno de los objetivos a realizar y nunca jamás pensé que fuera tan bestia. Me habían hablado sobre  que se suelen ven desde la orilla, pero no imaginé que fuera tan así como fue. El primer día en Madryn me acerqué al muelle a ver si veía algo y me emocioné porque vi algo a lo lejos. Imaginad, no sabía ni lo que era, solo lo intuía y con eso ya estaba alucinado. Pensando que no iba a ver nada desde tierra firme opté por contratar un tour por el mar y en un barquito con más gente.

La animalada de la Patagonia

Vivir la experiencia de ver ballenas bailar a unos metros de la orilla en donde estás parado visionado el espectáculo es un renacer, algo se mueve dentro de ti.

Esta actividad se puede realizar en península Valdés y el precio es para todo el mundo igual aún habiendo varias empresas que lo realizan. El único precio que varía es el del submarino amarillo, un barco con unas ventanitas en el casco y en donde puedes mirar las ballenas en su habitat, pero dentro del agua en el mar. Ese precio en concreto es el doble.

La excursión merece la pena, de hecho todo lo que se haga cerca de una ballena merece la pena. Acercarte a un animal que proporciona tanta paz es algo que va a marcarte de por vida. Podemos pensar y sentir que las hostigamos, porque te metes en su habitat, pero el respeto es total. Las embarcaciones están obligadas a parar el motor cuando están cerca y no hay muchas rondándoles.

Hay otras excursiones que te llevan a ver otro tipo de animales y los precios, nuevamente, son similares.

Pero el plato fuerte de todo yo creo que está en la playa del doradillo, a unos 17 kilómetros de la ciudad de Madryn. Un lugar al que puedes acceder gratuitamente y en el que poder ver tranquilamente los animales. Digo que es gratuito porque entrar a península Valdés tiene un costo por ser zona protegida. En esta ocasión es más que justificable y así evitas que vaya todo el mundo a hacer de las suyas.


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Algo está cambiando en mi interior

Este artículo es cortito, la idea es esa. Mi propósito es traer al blog algunas de las fotos que hice en Madryn. También, como no, agradecer de corazón a mi anfitrión. Una persona estupenda que conocí en Córdoba y que gentilmente me cedió un lugar en su vida y en su casa durante unos días. Agradecer a las persona que fui encontrándome en el camino, personas que eran anónimas hace unas semanas y que ahora quedan en mi recuerdo. Agradecer a la vida, a la naturaleza el espectáculo tan impresionante que viví. Decir aquí, abiertamente, que algo cambió en mi interior tras esta experiencia. 

Os aseguro que sí, algo removió el ver a esos animales a unos metros de mi. No sé si sigo siendo el mismo, supongo que sí, pero se ha abierto en mi una puerta que pensé estaba cerrada.

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