Una Argentina poco conocida
Una Argentina poco conocida
De Oeste a este de un plumazo
Hay una Argentina poco conocida, eso es así. Mi obligación como viajero curioso alejado de lo puramente instagrameable es la de ir a conocerla, y eso me lleva a estar más tiempo en el país del que se necesitaría para descubrir lo básico de esta impresionante nación. Gracias a estar mucho más tiempo yendo de aquí para allá empiezo a interiorizar la vida cotidiana argentina. El acento ya no me sorprende, de hecho ahora lo que me sorprende es escuchar a alguien con acento aragonés. Sí, lo digo muy en serio; Si alguien de Zaragoza me envía un mensaje de audio, normalmente me extraño por lo fuerte que suena. He conseguido que la charla con argentinos no sea ajena, al menos en el tono.
Cierto, hay varias excepciones; Cuando hablan entre ellos donde juntan frases casi sin espacio me cuesta seguirles, o cuando utilizan ciertos términos con los que yo me siento vendido, pero en líneas generales me siento cómodo.
La hospitalidad recibida está siendo muy difícil de agradecer y eso me lleva a sentirme algo frustrado
Llegué a Salta, una ciudad que me resulta muy conocida ya que el año pasado estuve en el mismo hostel en el que pasaré otra noche este año. Pasar otro día más en la ciudad me lleva a entender por qué en esa ocasión me quedé tantos días en esta ciudad: Me gusta, es muy viva, con mucho movimiento en sus calles peatonales. Es una ciudad bonita, limpia y creo que bastante segura. De hecho, he cambiado dinero en medio de la calle sin el menor problema.
Salta es una ciudad bastante turística y creo que sabe aceptarlo bien. Me parece que está bien preparada para asumir ser el centro neurálgico no solo de la provincia, si no el nodo de unión entre ella y la zona más al norte o incluso ser trampolín de los que van a irse más hacía el oeste.
Salta lo ha sabido hacer, se ha creado esa imagen animada quizá por su apodo. El apodo de Salta, “La linda” le hace justicia por su belleza. Tampoco es que sea de una belleza como pensamos en Europa, es muy genuina, arrebatadora, creo que el potencial de la ciudad está en su claridad, en la facilidad para moverse y ese espíritu vivaz del que he hecho antes mención. Me parece un lugar al que darle al menos un par de noches, una de ellas invertidas en alguna de sus multiples peñas.
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Mis objetivos
Mis objetivos al moverme hacía aquella zona eran varios, así que voy a intentar ser claro con todo lo que me motivaba para hacer semejante desplazamiento en bus. Nada más y nada menos que trece horas que aunque a priori es una vida, tampoco fue tan grave. Los autobuses de grandes rutas en Argentina son súper cómodos. Además, hay una zona, que sin ser VIP si que mantiene un nivel de comodidad mayor. Sería la parte del bus para los que van a hacer trayectos mucho más largos que otros pasajeros que quizá no recorran tanto. En lo personal me estoy acostumbrando a viajar en este tipo de transporte, primero, porque no queda otra a no ser que tomes un vuelo que no siempre es barato y eficaz, y segundo porque como me dijo Luca, un viajero italiano, el disfrute viendo el paisaje es parte de esta película.
Paso a paso se hace camino al rodar, así que vas creando ruta admirando el paisaje. Ahora mismo un trayecto de ocho horas no me parece para tanto; algo bueno se saca de todo esto.
Arribé a Corrientes y como ya me ha pasado en alguna otra ocasión, cuando ya estaba a punto de llegar a mi lugar para pernoctar tuve problemas con la reserva. En Corrientes hay un hostel, pero por varios motivos no lo pude reservar, así que, entre unas cosas y otras, como quería llegar a Posadas (ahora explico porqué) desistí y allá que me fui.
Tras otras cinco horas de autobús, trece más cinco son muchas, llegué a Posadas en donde un taxista me quiso timar. No suele ser habitual y creo que no supo muy bien como hacerlo porque le pillé nada más arrancar el vehículo. Creo que escuchó mi acento y tramó un plan para probar suerte.
Sé más por perro que por viejo, y sé también que cuando alguien no pone el taxímetro en marcha yo me doy cuenta. Cuando me doy cuenta sé que me quiere timar, así que durante todo el trayecto, en el que quiso confundirme un poco para que me desnortara, estaba yo bastante concentrado en qué decirle de manera tajante pero no agresiva.
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Paciencia
Eran tres los objetivos que me llevaron a moverme hasta el noroeste del país. El primero y principal es que mi amiga, a la que quiero con locura, residente en Buenos Aires es de Chaco. Unos meses atrás convenimos que estaría bien pasar por esa tierra suya que tanto ama (check). Segundo, visitar las ruinas jesuiticas de San Ignacio. Unas ruinas en la provincia de Misiones que me hacían recordar sin duda aquella película magnifica protagonizada, entre otros, por Robert Deniro llamada La Misión (check). Tercero, ante la imposibilidad de entrar por Bolivia a Paraguay, quise cruzar al país vecino por Posadas (no Check)
Las ruinas de San Ignacio me llegaron a emocionar. Quizá la mezcla de bonitos recuerdos cinefilos y musicales, el poder de los colores en el lienzo que se aprecia en las propias ruinas, en donde el rojizo anaranjado crece abruptamente desde un suelo de similar tonalidad y rodeado verde intenso, la historia que guardan sus muros, la idea de utopia social que desde ahí se planteó. Un buen montón de razones para sentir emoción sincera que casi se expresa en forma de lágrimas cuando un cuidador, un guarda del recinto me contó detalles bonitos sobre cómo fue su descubrimiento y arreglo. Las recomiendo visitar enérgicamente y no solo por la bonita visita, la zona en la que está el pueblo, el trayecto hasta él, es de una belleza estremecedora.
Tras salir encantado de ahí, feliz y contento pensé que la mejor opción sería la de cruzar la frontera hacía Paraguay. Un autobús de línea te lleva a Encarnación, ciudad fronteriza a la que se llega cruzando el impresionante río Paraná. Un río especialmente ancho, a veces incluso, no exagero parece que estés en una zona costera pero de mar.
Hay que cruzar un puente tras pasar los trámites obligatorios para salir de Argentina y tras pasar el río tramitar la entrada a Paraguay. El hecho es que los paraguayos del bus de línea no tienen que presentar documentos en este punto, así que solo bajamos los que no somos de esa nacionalidad. Muy ágil todo, menos para mi que presenté el pasaporte como legalmente corresponde. Al presentar este documento las cosas se complican un poco. No es nada grave, la cosa va mas lenta y como el argentinos que quieren pasar solo necesitan enseñar su dni van todos rápidos de nuevo al bus.
Aquí comienza lo que yo denominé de manera muy original “Mi día de mierda”. Como todo cristo salió a toda hostia hacia el bus y yo no, nadie reparó en que yo me quedé un puto minuto rezagado. Nadie avisó a nadie, ni tuvieron la decencia de esperar dos, tres, cuatro minutos, así que al girarme vi como el bus de las narices se iba sin mi. En mi puta cara se fue y me dejaron tirado en medio del punto fronterizo, con un sol de justicia que hacía ese día y con una maleta medio rota. Esto último de mis equipaje también tiene lo suyo. Pregunté cual sería la mejor manera de llegar a un sitio no perdido en medio de la nada, rodeado de policías aduaneros que no hicieron ni un solo gesto de ayuda.
Decidí entonces buscar un cajero y un taxi, por ese orden, pero aunque me dijeron que podía sacar dinero a diez minutos de ahí, yo jamás encontré nada. Mi cabreo iba en aumento, el suficiente como para intimidar a unos tipos que se me acercaron, o eso creo yo, con malas intenciones.
Al final y tras meditarlo durante unos minutos bajo ese calor asfixiante, decidí volver a Argentina y eso hice. Unas horas después estaba intentando tomar un bus nuevamente a corrientes no sin antes recibir otro registro de mi maleta por cierto de la gendarmería argentina. Fue realmente extraño porque solo a mi me registraron. Unas horas después estaba en mi destino y desnortado me perdí por la ciudad hasta que el amable dueño del apartamento que reservé vino a buscarme a las callejuelas por donde deambulaba pasadas las doce de la noche.
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Efectivamente habría que hacer un esfuerzo mayor a la hora de divulgar el peso turístico de estos lugares por el mundo. Tengo la sensación de que Argentina explota tres o cuatro iconos de su geografía y priva al mundo de conocer en profundidad joyas como Misiones, Catamarca o el propio Jujuy, por poner unos ejemplos claros de lugares que necesitan ser más publicitados. Argentina tiene mucho que ofrecer, aunque, parece lógico que si los turistas extranjeros no van a tener tiempo físico para visitarlos se vuelquen más en los sitios que si van a conocer.
La provincia de misiones es hermosa, preciosa, en donde se combina a la perfección los colores de la tierra roja y el verde frondoso de su flora, un paraíso para los ojos, regado todo con unos caudales hídricos de dimensiones cósmicas.
Cualquiera de las tres provincias que visité mínimamente durante estos días tiene un buen montón de reclamos que harían las delicias del visitante extranjero. Chaco es un vergel rural con una capital viva y repleta de sentimientos culturales, no en vano es conocida por albergar un festival de las esculturas. Resistencia es la ciudad de las esculturas, con más de seiscientas de ellas colocadas en diferentes puntos de la ciudad. Un trabajo cultural magnifico que se siente en el ambiente de la ciudad.
Por otra parte cerca de la capital correntina visité un pueblo especial, casi anclado en el tiempo en donde sus calles son de arena, de mucha arena y sus construcciones se mantienen en un pasado casi colonial. Santa Ana, una localidad que hay que visitar, genuina y auténtica.
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La hospitalidad Chaqueña
Palabras mayores si nos ponemos a defender la hospitalidad que recibí durante todos estos días en el Chaco así como en el hostel en donde pernocté en Corrientes. De hecho La hospitalidad recibida está siendo muy difícil de agradecer y eso me lleva a sentirme algo frustrado. ¿Cómo demonios devuelves tú, un viajero sin mucho en la mochila, ni tan siquiera en lo emocional, para contra restar todo lo recibido? a priori parece imposible. No tengo las herramientas suficientes para demostrarlo y eso me hace sentirme, qué paradoja, algo incómodo.
Ha sido una constante en mi viaje por Argentina y es algo que es difícil de olvidar, de hecho no quiero obviamente, más bien todo lo contrario. Debería de servir como aprendizaje para en un futuro tener esa base y poder ayudar a todo aquel que se me cruce y necesite cobijo que yo pueda prestarle.
Charlas maravillosas, paseos preciosos y compañía excepcional, hasta el punto de de llegar a pensar que nos conocemos de toda la vida.
Es sin lugar a dudas lo mejor que me llevo conmigo de este país tan acogedor.