América del Sur,  mochilero

Mal de altura en Bolivia

Mal de altura en Bolivia

Dejando por enésima vez Argentina

Han pasado muchos días y muchas cosas desde que escribí por última vez en este blog. Os contaba anteriormente que estaba en Argentina de visita amiguera, disfrutando de las maravillas de ese país. Como vais a leer ahora, desde que plasmé mis últimos recuerdos en este blog he cruzado dos fronteras y he vivido momentos jodidos, pero también satisfacciones enormes por llegar a lugares preciosos. Esta es una  historia de viaje.

Efectivamente, una vez más dejo la Argentina con el mismo dolor de corazón que las veces anteriores. En esta ocasión casi me han echado. Y los que me animaban a conocer otros lugares tenían razón al obligarme a recorrer nuevos caminos. Peco de cabezón, así es, no me pidan que no sea así porque mi adn aragonés me avala.

Antes de irme definitivamente del país tuve varias bonitas experiencias de reencuentro con amigos, de paseos por lugares conocidos y casi viajes lisérgicos en forma de festival folclórico. Todavía no me creo que lo que viví. La historia es muy larga, mucho, necesitaría agobiar al lector contando todo lo que tengo que contar para explicar por qué acabé en el festival del bombo en Santiago del Estero. Lo que voy a hacer para no dejar la miel en los labios es comentarle un par de palabras y el título de una película. Este sería «La estrella azul» de Javier Macipe y las palabras serían Chacareras, Zaragoza, Argentina, más un nombre: Mauricio Aznar.

Vuelvo a constatar, de nuevo, que una de las peculiaridades de esta sociedad es la relación tan intensa que tienen con la música. En esta ocasión he continuado sumergiéndome en el folclore argentino y eso me ha hecho aprender que lo que más me atrae son las chacareras en cuanto a música y el chamamé en la parte bailada.

Mal de altura en Bolivia

Folclore en Argentina

Pincha para leer más sobre mi experiencia con el folclore en Argentina

Lo dicho, Argentina quedó atrás y me embarqué en un viaje de dos días para llegar a Potosí, previo paso por La Quiaca, frontera entre el país que dejaba y Bolivia. Potosí fue el horror, no la ciudad que no puedo juzgarla porque apenas las vi (aunque desde el autobús no se le veía muy hermosa) si no porque empezaba lo que iba a ser una odisea entre el soroche, yo y la difícil tarea de dormir en altura. Es aquí cuando comienzan mis problemas reales con el mal del altura.

Lo he consultado con muchos viajeros, he leído mucho por internet y la conclusión a la que llego es que tengo muy mala suerte. Para resumir, sin andarnos con hostias os diría que básicamente lo que me ocurre es que no puedo dormir cuando estoy a mucha altura. A grandes rasgos lo que me pasa es que me despierto constantemente cuando empiezo a tener sueño profundo y os aseguro, lo juro por lo más sagrado, que la privación del sueño es algo muy jodido.

Desesperación, frustración e incluso miedo a que pueda ir a más se me presentan esas noches de altura en las que me sobresalto de manera abrupta cuando me quedo dormido, y a la vez dejo de respirar por la falta de oxigeno, No creo que sea nada grave porque una vez que bajo de ciertas alturas la cosa deja de ocurrir y por el día no suele pasar, pero por si acaso no me la juego.

Mal de altura en Bolivia

Desesperación y belleza

No todo es chungo, os lo aseguro. Hay muchas cosas malas, o mejor dicho, hay cosas que a mi no me gustan y no tienen porqué ser malas. A bote pronto, una de esas que a mi me parecen malas pero que a otros quizá no les parezca para tanto, es que no soporto el desorden en las habitaciones cuando voy de hostel. Y yo que suelo ser muy prejuicioso en esta ocasión no voy a pecar de ello, pero normalmente los más desordenados y guerretes suelen ser los anglos. En serio, tras años de viajes hosteleros, los anglos son el horror. Dejan todo tirado por el suelo, no se hacen la cama nunca…¿Cómo es posible que estos tipos hayan dominado el mundo? No lo entiendo. Es entrar a una habitación ver el desorden y a continuación escuchar un acento inglés, australiano o similar. ¡Qué cerdos!

Más allá de esos pequeños detalles una vez en Sucre todo fue acercarme a la belleza y a la tranquilidad. Es una ciudad encantadora, limpia y ordenada. Un lugar en donde pasar unos buenos días de descanso y paseo. Ciudad de edificios blancos, con tejados deslumbrantes en donde ver el atardecer. Sin duda un paraíso para el fotógrafo y en donde la gente tiene un buen talante. Tras la tormenta en Potosí volví a dormir de lujo.
Está claro que lo que me pasa es que la falta de oxigeno me afecta más que a otras personas que lo suelen llevar mejor y la aclimatación a mi me cuesta más que al resto de los mortales.

Mal de altura en Bolivia

Llegada a La Paz.

Otro nuevo reto: 3640 metros de altitud en su zona más baja, casi 4100 en El Alto, una población en los montes altos de la ciudad. Os adelanto que me gustó. Ni es la ciudad más limpia del mundo, ni es la más organizada y ni mucho menos la más bonita, de hecho no tiene muchos reclamos turísticos, pero tiene algo de magia en sus calles y en su paisaje urbano. Colores, muchos tonos diferentes de colores, un teleférico maravilloso y siempre la sombra del monte Illimani protegiendo la ciudad. Para mi es un sí rotundo, pero no sabría defender el por qué de esta afirmación sin decir que hay que vivirla.

En la Paz fue la primera vez que en tres años me han ofrecido droga, en la Paz aprendí que Bolivia tiene personalidad propia, pero a la vez una división clara en lo cultural. No le he dado las oportunidades que hay que darle a los países para entender sus realidades, porque uno se detiene más en unos sitios que otros, tengo una teoría que desmonta la idea de que aquí, en este lugar del mundo todos se sienten parte de una misma nación, cuando a poco que rasques te das cuenta que nada más lejos de la realidad.

Tengo el claro convencimiento que más allá de banderas e himnos, hay una parte de la población que está unida por las conexiones culturales y tradicionales y que dejan de lado aquello de los nacionalismos preponderantes, dejando paso a una conexión entre razas, como me dijeron por aquí (Perú) y lenguas.

Pero esto, amigos míos, como el paso por Copacabana, Bolivia, lo explicaré en próximos capítulos.

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